Buenos días a todos,
Después de muchos meses de inactividad hoy me siento preparada para escribiros un ratito.
Pensaréis que como se acercaba allá por Febrero la fecha del primer ejercicio que estoy súper metida en la oposición, que he ido pasando ejercicios y que estoy a tope con ello.
Nada más lejos de mi realidad.
Fue la tercera semana de Enero cuando empezó esto. Desde entonces estoy "de baja opositoril". De muchas idas y venidas al hospital, de conocerme bien a los celadores del servicio de urgencias, de pasar muchas horas al día descansando, de tratamiento... Pero tengo días que me encuentro mejor y me animo, y a veces hago algún ejercicio de contabilidad o salgo a pasear. Por eso de conectar un poco con mi otro yo =p
Pero hoy no vamos a hablar de esto. Quiero hablar de lo que para mi supuso 3 años de preparación y que llegado aquel 13 de febrero, yo no pudiera acudir al IEF a examinarme.
No voy a mentir a nadie. Aquella semana parecía que se acababa el mundo, que todo para lo que había luchado estos años desaparecía. Que no había más allá del 13F. Mentira y gorda. Pero esto no lo he comprendido hasta meses después claro.
Todo en esta vida tiene su proceso. Incluso asimilar un cambio, y más cuando éste es impuesto. El primer ejercicio era un Sábado y recuerdo que asumí el Miércoles que yo no iba a poder estar allí. Después de esto solo quería que pasara el día. Por aquel entonces yo andaba con fiebre, traqueobronquitis provocada por una neutropenia de caballo, y unas toses horribles. De hecho aunque no me sentía con fuerza siquiera para aguantar un examen de 4 horas y llevaba tres semanas sin estudiar, me reía pensando que de ir, toda mi clase nada más oírme toser se iría espantada del aula.
Evidentemente no fui. Y llegó el Sábado. Por circunstancias, sigo vinculada a esta convocatoria. Tenemos una especie de relación amor-odio a partes casi iguales.
Cada hora de aquel día fui diciendo a mi madre lo que en ese momento estarían haciendo mis compañeros: que si ya los estarían llamando, que si ya habrían visto las preguntas del examen, que si ya llevarían la mitad del mismo hecho, y un agónico etc.
Lloré. Y mucho aquel día especialmente.
También tengo un recuerdo agrio del día que salían las notas del primero. Por una parte, conectada a mis amigas que las esperaban ansiosas, y por otra, el interrogante siempre latente de si habría estado en aquella lista de aprobados.
Y una vez que pasa este primer mes y se acerca el segundo ejercicio, vuelve la pena del "tú habrías estado allí". Pero precisamente fue ese día cuando yo ví el examen y entonces pensé que este ejercicio no estaba tan segura de haberlo aprobado, que ya bastaba de lamentos. Que lo que no había podido ser, nunca iba a ser ya. Que había que mirar al frente y aceptar la situación y la realidad.
Y entonces pasé página de la convocatoria de Inspección de Hacienda 2015. Con dolor (porque eso no se va tan fácil) la mande a tomar viento fresco. A ella y a todos mis apuntes.