4 de abril de 2014

Y tú, ¿qué cántaro eres?

Hoy os traigo un pequeño cuento, de esos con moraleja que tanto me gustan, y que creo que tiene relación con nosotros. Porque esta semana vi a una opocompi en una red social que decía algo así como que en su clase había una chica que siempre contestaba bien a los test y no se creía capaz de superarla, sintiéndose inferior. Hoy amiga, te dejo esto porque yo no tengo duda de qué tipo de opositora soy, ¿y tú?. Siempre hay gente muy buena desde el principio y otros que no ven los resultados hasta que pasa cierto tiempo. Pero lo que estos últimos tampoco ven son las flores, o esos pequeños progresos con el paso de los meses ;) Así que ánimo a todos, en especial a esos jueces y fiscales, pensad que para muchos es el último esfuerzo, ¡¡vuestro último test!!


"Hace ya mucho, mucho tiempo, en una pequeña aldea vivía un aguador que se pasaba los días trayendo agua desde un pequeño manantial que estaba en las afueras.
Cada día se levantaba antes que el sol y, tras desayunar, colocaba dos cántaros a ambos lados de una gruesa barra de madera que, a su vez, apoyaba en sus hombros. Y así, con la alegría en el cuerpo y una sonrisa en el alma, comenzaba su camino.
Tardaba más o menos una hora en llegar hasta el manantial. Una vez allí llenaba ambos cántaros y se sentaba unos minutos a descansar. Al poco, volvía a ponerse de pie para iniciar el regreso.
Aunque ambos cántaros eran parecidos, había una diferencia importante entre ambos. Uno de ellos cumplía a la perfección su trabajo, pues mantenía toda su agua intacta durante el trayecto. En cambio el otro, debido a una pequeña herida en uno de sus costados, iba perdiendo agua durante el regreso, tanta que al llegar de nuevo a la aldea sólo mantenía la mitad de su contenido.
Este último cántaro, conforme pasaban los días, se sentía cada vez más triste pues sabía que no estaba cumpliendo su tarea. Y aún así no entendía por qué su dueño no lo arreglaba o, directamente, lo sustituía por otro. “Quizás”, pensaba, “esté esperando el momento en que me rompa totalmente para cambiarme por uno más nuevo”.
Y así pasaban los días, y las semanas, y los meses, y sobre todo los pensamientos… Y tras más de un año, llegó un día en el que el cántaro roto ya no pudo aguantar más y, aprovechando que el aguador lo abrazaba entre sus manos para llenarlo de agua, se dirigió a él:
-Me siento culpable por hacerte perder tiempo y esfuerzo. Te pido que me abandones o me cambies, pues creo que soy incapaz de servirte como debiera -le dijo.
-¿Qué? -le contestó el aguador, extrañado-. No lo entiendo, ¿de qué te avergüenzas?
-Acaso no te has dado cuenta de que estoy roto y voy perdiendo la mitad del agua durante el camino de vuelta.
El aguador, conmovido, mostró una pequeña sonrisa, la abrazó junto a su pecho y le dijo en voz baja:
-No eres mejor ni peor, simplemente eres diferente y justamente por eso te necesito.
El cántaro no entendía nada.
-Mira, vamos a hacer una cosa -le contestó el aguador-. Hoy, durante el trayecto de vuelta quiero que te fijes muy bien a qué lado del camino crecen flores." Eloy Moreno.

3 comentarios:

  1. Holaaa! Que preciosidad de cuento! Enlaza con mi "motto": no hay mal que por bien no venga. Vamos a agarrarnos a eso... jajajaja A ver qué pasa el día 12!! Un abrazo guapa, OV.

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  2. ooooh!!!! piel de gallino ahora mismo! Ya lo conocía pero nunca me había dado cuenta de que podía aplicarse a las opos también!!! Pero tiene toda la razón, justamente lo diferente es lo que marca la diferencia, en todos los aspectos de la vida :) Gracias por compartirlo. Un besote y pa'lante como los de Alicante jaja

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  3. Maravillosa! Siempre hay que ver el lado bueno de la vida, yo siempre he creido que nadie es perfecto y que todos tenemos nuestras virtudes y nuestros defectos, solo hay que saber como sacarles provecho. Ánimo!!

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